Descripción
Capítulo 21: Convertidos
«Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos»
(Jl 2,13)
Si hay una palabra especial, una palabra de la que no puede prescindir ningún hombre que quiera acercarse a Dios, esa palabra es ‘conversión’. Sin verdadera conversión no es posible la verdadera adoración. Al margen de que hoy se hable poco o a la ligera de conversión, ésta sigue siendo la llave que abre la puerta principal para entrar en la casa del Señor. No importa que no resulte agradable a los oídos de los hombres; la palabra revelada sigue hablando de conversión, aunque muchos cristianos de nuestros días estén tratando de buscar otros métodos más sofisticados y menos incómodos o traten de lavar el corazón haciendo obras sociales, Dios sigue llamando a la conversión. Debería hacernos pensar más el ejemplo de aquellos a quienes debemos imitar y la enseñanza de la Escritura, que nunca pasa, aunque pasemos los hombres y los tiempos:
+ ¿No nos dice nada el hecho de que en la Antigua Alianza Dios hable a su pueblo por los profetas y les diga repetidamente: «Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta» (Ez 33,11)?
+ ¿No nos llama la atención el hecho de que Juan Bautista, el precursor del Mesías, proclame insistentemente en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos» (Mt 3,2)?
+ ¿No quiere decir nada el principio de la vida pública del Maestro, cuando se supone que se anuncia el programa que va a llevar a cabo durante su misión en la tierra? Pues empezó «Jesús a predicar y decir: ‘Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado’» (Mt 4,17).
+ ¿Tampoco nos dice nada el hecho de que el Maestro enviara a sus discípulos a predicar y que ellos «predicaron que se convirtieran» (Mc 6,12)?
+ ¿Será pura anécdota que antes de volver al Padre, el Maestro recordara a sus discípulos que el tema de la conversión debería estar en el centro de su predicación? Esto es lo que les dijo: «Está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén» (Lc 24,46-47).
+ ¿Será casualidad que los primeros discípulos predicaran a Jesucristo y enseñaran que el modo de acercarse a él pasaba necesariamente por la conversión? Así lo hizo Pedro el día de Pentecostés, pues los que Escuchaban, al oír el anuncio de la Buena Nueva: «dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: ‘¿Qué hemos de hacer, hermanos?’ Pedro les contestó: ‘Convertíos’» (Hch 2,37-38). Y volvió a decirlo cuando predicaba al pueblo: «Arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados» (Hch 3,19).
Es posible que el primer estorbo para llegar a la adoración sea la falta de conversión, como es posible que el primer problema que tenemos con la conversión es que no le damos la importancia que tiene. A partir de ahí ya no nos esforzamos demasiado por vivirla, ni por predicarla cuando debemos, ni por llevar la gente a la conversión en vez de atraerla hacia nosotros o llevarla a nuestro redil. Si no nos convertimos —y con todas nuestras fuerzas—, la adoración no pasará de ser una ilusión, un acto puramente externo o una meta a la que no podremos llegar mientras nos falte el combustible de la conversión.
ÍNDICE
Introducción
I. ¿Qué sabemos de la adoración?
1. Lo que no es adoración
2. ¿Qué es adoración?
3. La adoración ¿es para hoy?
4. La adoración es un don
5. La adoración es un privilegio
6. La adoración es un misterio
7. Encuentro sorprendente
8. Buscar a Dios
9. El camino del silencio
10. El camino de la escucha
11. El camino de la obediencia
II. ¿Capacitados para la adoración?
12. Obstáculos y carencias
13. Diversidad de obstáculos
14. Un corazón enfermo
15. El pecado personal
16. La idolatría
17. El orgullo
18. La mente doble
19. La rutina
20. El engaño
21. Convertidos
22. Habiendo perdonado
23. Reconciliados
24. En unidad (I)
25. En unidad (II)
26. Conciencia de pecadores
27. Conciencia de criaturas
28. Conciencia de hijos
29. Disponibilidad
III. Ante el Trono de Dios
30. Adorar en espíritu (I)
31. Adorar en espíritu (II)
32. Adorar en verdad (I)
33. Adorar en verdad (II)
34. Adorar en fe (I)
35. Adorar en fe (II)
36. Adorar con esperanza (I)
37. Adorar con esperanza (II)
38. Adorar con amor (I)
39. Adorar con amor (II)
40. Adorar en santidad (I)
41. Adorar en santidad (II)
42. Adorar en humildad (I)
43. Adorar en humildad (II)
44. Adorar en humildad (III)
45. Adorar en humildad (IV)
IV. No estamos solos
46. Plenitud de adoración
47. Adorar con la creación
48. Adorar con los justos de la tierra
49. Adorar con los bienaventurados
50. Adorar con los ángeles
V. Adorar a Dios
51. La adoración se debe a Dios
52. Intuido en la creación
53. Conocido en la revelación
54. Manifestado en el Hijo
55. Presente por el Espíritu Santo
56. Adorar al Padre por Cristo
57. Adorar al Dios Creador
58. Adorar al Dios Santo
59. Adorar al Dios Eterno
60. Adorar al Dios Todopoderoso
61. Adorar al Dios Omnipresente
62. Adorar a Jesucristo, Hijo de Dios
63. Adorar a Jesucristo, Cordero de Dios
64. Adorar a Jesucristo Glorificado
65. Adorar a Jesucristo, Señor y Rey
66. Adorar a Jesucristo en la Eucaristía